La cultura portuguesa se basa en el pasado y en las marcas dejadas por los pueblos que ocuparon este territorio del que son ejemplos emblemáticos: del período romano el Templo de Diana en Évora, y de la arquitectura morisca las típicas ciudades del Sur de Portugal, como Olhão y Tavira.
También el arte portugués se enriqueció gracias a diversas influencias externas a lo largo de los siglos. Los descubrimientos portugueses contribuyeron a que el país fuera más receptivo a las influencias orientales, así como el período quinientista con el descubrimiento de Brasil y de sus riquezas influyó en el uso del estilo "barroco".
En la arquitectura, las influencias románicas y góticas le dieron al país algunas de sus más imponentes catedrales. En el siglo XV nación incluso un estilo nacional, el estilo Manuelino, que aunó varias formas en un conjunto lujoso y ornamentado.
Se pueden citar diversos ejemplos de grandes obras arquitectónicas: el Monasterio de los Jerónimos en Lisboa; la Sé (catedral) de Lisboa, donde en la fachada aún se pueden ver las ruinas de la construcción románica; el Palacio de Justicia en Lisboa, un ejemplo de austera arquitectura moderna; el castillo y la iglesia del Convento de Cristo en Tomar; la abadía portuguesa de Santa María de la Victoria en la escultura encontró una gran expresión en los magníficos túmulos de los siglos XII y XIII y en las esculturas barrocas del siglo XVIII, destacando los belenes de Joaquim Machado de Castro. Las tradiciones clásicas y románticas de Italia y Francia, además de la influencia que ejercieron en la obra dejada por Machado de Castro, también fueron determinantes en la expresión plástica de António Soares dos Reis, en el siglo XIX.La escuela de pintores del siglo XV fue precursora de un estilo patrio por parte de artistas flamencos, que dejaron una valiosa herencia en el arte religioso decorando diversos palacios y conventos en Portugal. El período romántico del siglo XIX, aunque tardío, hizo renacer el arte nacional. Siguió el período del realismo naturalista que abrió las puertas a nuevas experiencias realizadas ya en el siglo XX, destacando la obra de Maria Helena Vieira da Silva en pintura abstracta y de Carlos Botelho en las escenas de calles de Lisboa.
El arte de los azulejos es igualmente bastante rico. Muchos de los edificios de los siglos XVI y XVII tienen azulejos. Se escogen también para decorar paredes de habitaciones y de "hall" de entrada de diversos palacios y mansiones señoriales, que muestran paneles de azulejos, donde los colores predominantes son el azul y el blanco.
Ejemplos excepcionalmente buenos se pueden ver en el Pátio da Carranca, del Palacio de Sintra, en la iglesia de San Roque en Lisboa y en la Quinta da Bacalhoa, en Vila Fresca de Azeitão, cerca de Setúbal. También el Metro de Lisboa decoró algunas de sus estaciones con azulejos firmados por artistas portugueses contemporáneos.
La literatura destaca por la riqueza y variedad de su poesía lírica, por la escritura que enaltece su historia y por la sutileza en los dramas, las biografías y los ensayos. Los primeros cancioneros son testigo de una escuela de poesía sobre el amor, estilo que traspasó fronteras e influyó en los cancioneros españoles. Ya el estilo romancero se inspiró en nuestros vecinos, a pesar de no haber compartido la predilección por lo heroico.
"Os Lusíadas" de Luís de Camões son la gran obra épica del siglo XVI, el poema clásico de exaltación de los hechos de los portugueses en ultramar.
Existen además otros nombres de gran relevancia en poesía como es el caso de Fernando Pessoa, Eugénio de Andrade, Florbela Espanca, Cesário Verde, António Ramos Rosa, Mário Cesariny y Antero do Quental, entre otros.
En prosa, Damião de Góis, el Padre António Vieira, Almeida Garrett, Eça de Queiroz, Camilo Castelo Branco, Miguel Torga, Fernando Namora, José Cardoso Pires, António Lobo Antunes y José Saramago (ganador del premio Nobel de Literatura en 1998).
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